martes, agosto 01, 2006

LOS REYES



Eramos los Reyes.
Los putos amos.
Teníamos Quince años. Quince. El cuerpo lleno de sangre, saliva, semen, palabras.
Algunos hasta sabíamos morir. Adrian lo sabía también. Sólo que como era un poco tímido (a veces) y parco en palabras, no lo decía.

Nos conocíamos desde hacía años. Jugabamos al fútbol juntos (bah, en mi caso "jugar" es un decir, era el monumento al Tronco, la sequoya mayor, el General nomeacuerdo) Adrián sí jugaba... era una saeta de rizos rubios gambeteando con la zurda.
El era titular indiscutido... yo era suplente discutible.

O sea... descubrí de muy pequeño que no era perfecto.
Ni mucho menos.

Muchos años después, tras mi primer gran desengaño, escribí estas palabras... no es que tenga impulsos suicidas ni mucho menos, sino que una vez lo hube expresado en palabras, estaba conforme.


Escrito un día de Agosto de 1986, luego de verla con otro.

Lo que quiero ahora es morir. Salir de aquí. Dejarlo todo. Acabar con mi vida. ¿Qué vida? Yo no tengo vida.
Paso los días encerrado en mi habitación, sin salir, jamás.
Porque jamás quise estar con nadie, porque nadie me da lo que necesito. Maldita sea, no sé lo que necesito, ¿cómo puedo pedirle a alguien que me lo de?
La quiero. No es suficiente.
Le haré daño, sé que le haré daño. Se lo hago a todo el mundo, pero yo no quiero hacerlo, sólo quiero ser feliz y que todos lo sean conmigo. Intento hacer feliz a la gente pero yo no lo soy y sólo consigo hacerles llegar un paquete lleno de dolor en vez de lleno de sonrisas.
Regalo el más amargo dolor, el dolor de sufrir por alguien que querés, por mí y yo sufro por ellos.
Sé que hago mal, se solucionarlo, se que debo hacer para poder sonreír y que todos sonrían también, pero no me atrevo a hacerlo. ¿Por qué? No lo sé.
¿Cobardía? No lo creo.
Hay algo en mi que no me deja.
Solo quiero desparecer, estar solo. Quiero que nadie piense en mí, que nadie se preocupe de mí, no quiero tener familia a pesar de que ellos me quieren y me tratan bien.
Es eso. Quiero salir de todas esas cabezas. Como si nunca hubiera existido para ellos.
Lejos de esta casa sé que seré feliz.
Tengo un extraño y horrible don.
Vos que me querés, matame, dejame morir. Echame de tu vida sin dejarme ni un resquicio de esperanza.
Es la forma de matarme. Separá mi cuerpo de mi alma y matala a ella, yo moriré también.
Me doy miedo.


Escrito esto... me crucé al kiosco de enfrente, me compré una Fanta Pomelo, unas galletitas rosas que estaban buenísimas, y me puse a ver Clave de Sol en la tele.

Dentro de un rato, me pondría a escuchar música, y me olvidaría de todas y cada una de las palabras escritas.