lunes, agosto 07, 2006

AQUEL AMOR


Ha pasado mucho tiempo, pero ella conserva los mismos ojos negros –quizá incluso más negros–, la misma melena morena y lisa, la misma nariz respingona, idéntica y perfecta dentadura.

Veinte, quizá veintidós años que no la veía, pero la reconocí de inmediato: no diré su nombre porque no quiero asustar a nadie, pero es un breve y antiguo amor de colegio.
Qué linda era, qué linda es.
Pero la ciencia forense no admite sentimentalismos ni identificaciones visuales de antiquísimos amantes.

Tengo que sacarle sangre, tomar sus huellas dactilares.

Analizar, comparar, colocar una etiqueta en el pulgar de su pie izquierdo y muerto.

Qué linda es.